jueves, 8 de agosto de 2013

Dividida.



Javi me abraza por detrás y me dice que me quiere. Yo le creo porque sus dedos acariciándome la espalda desnuda no saben mentir. Suele jugar a unir mis lunares y decir que son constelaciones, "aunque ya te querría el cielo para ti...". Pero a veces sólo me mira y sonríe, y para mí esas miradas tienen muchas más palabras que las que suelen salir de su boca.
Yo adoro jugar con su barba y decirle que es un vagabundo, la acaricio en sentido contrario a su crecimiento porque me encanta el sonido que produce. El año pasado cuando me dijo que iba a afeitarse le escondí todas las cuchillas y la maquina de afeitar durante dos semanas. "Lo has conseguido, hoy los vagabundos de debajo del puente me han ofrecido un sitio", me había dicho y yo no pude parar de reír.
Hace tres años ya que nos abrazamos por las noches. Le quiero, me hace reír y adoro que me abrace, pero no le quiero como le quería las primeras veces que hicimos el amor, ni como esos primeros meses que jugábamos a mordernos. Ya no tengo hambre de comerme el mundo a su lado. Y todo por culpa de Clara.

Clara tiene el pelo oscuro y unos ojos que hacen temblar las piernas si eres afortunado y deciden mirarte como ellos saben. Ella siempre se queda embobada con mi risa, "es imposible que tenga un mal día si te oigo reír", me dice. Clara está enamorada de mí. Fuma cigarrillos con el mismo estilo que una actriz de los años treinta. Huele a crema y a locura. Aún no he comprobado a qué sabe, pero seguro que causa adicción. 
Ayer fuimos a tomar café y se le quedó espuma en el labio superior en el primer sorbo, y me fue imposible no reír. Cuando nos fuimos vi como su falda revoloteaba alrededor de sus rodillas jugando con el ligero viento de la mañana y no pude evitar pensar que parecía aire.

Yo tengo veinticuatro años, un par de cuchillas de afeitar aún escondidas, dos faldas como las de Clara que no me hacen parecer aire, un puñado de lunares que sólo se hacen cielo en la cabeza de Javi y un montón de dudas que no sé qué voy a hacer con ellas.

Javi sigue jugando a las constelaciones en mi espalda desnuda y yo me muero de ganas por reír mañana para que Clara tenga un buen día.

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