domingo, 5 de abril de 2015

Vértigo.



Ha venido una desconocida y se ha sentado a mi lado. Creo que no sabe que me iba a tirar. Creo que ni siquiera sospecha que he llorado apenas unos segundos antes de que llegara, que me he lamentado de mi triste existencia y estaba decidido a acabar con ella.

Creo que no lo sabía porque se ha sentado a mi lado, con una sonrisa y me ha ofrecido un cigarro.

- Siempre vengo aquí para estar sola y relajarme, pero siempre hay alguien- la miro desconcertado porque me habla como si nos conociésemos de hace tiempo-. En realidad no me importa, ¿sabes? Me gusta la compañía. Sobre todo me gusta la compañía desconocida en estos momentos. 

Tiene los ojos claros y las manos nerviosas. Se humedece los labios cada vez que mira hacia abajo y suelta una pequeña risita cuando le sostengo la mirada. Lleva una falda corta, unas converse altas y desgastadas y una camiseta que, sospecho, se ha hecho ella misma. 
Me ha dicho que se llama Clara.
Es una de esas personas con el alma triste y el espíritu rebosante de alegría; es...toda una contradicción.
No ha parado de hablar desde que ha llegado y me ha hecho reír. ¿Hace cuánto que no me reía? Ni siquiera sé bien de lo que está hablando, pero me gusta como se mueve su boca y el cigarro se consume entre sus dedos de pianista.

- Una vez pensé en tirarme, ¿sabes?- mi cuerpo entra en tensión y espero que no se dé cuenta-. Qué chorrada, ¿no? Como si no me quedasen cosas por vivir. Piénsalo, no nos habriamos conocido. Los días malos abrazados por malas épocas son tan peligrosos como nosotros mismos creyéndolos eternos.-mira al horizonte y se enciende otro cigarro.

- ¿Sabes? Creo que voy a aceptar ese cigarrillo-digo sonriendo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario