jueves, 18 de abril de 2013

La chica de la niebla.



Aquella mañana me había levando temprano; cuando los ronquidos de mi padre hacían mover las paredes de la casa y las bombillas de las farolas, que intentaban iluminar las calles, siseaban. Recorrí el pueblo, aún dormido, hasta llegar a su fin. Seguí caminando durante aproximadamente media hora hasta que la niebla me dejó adivinar la vieja estación de tren que parecía sacada de una novela de terror. A pesar de que fuese un lugar sombrío y triste, era de mis favoritos para escribir; nunca había nadie y el silencio era casi total, de modo que podía escuchar perfectamente a la inspiración.
Pero entonces la vi. Caminaba por la vías de aquel tren que hacía ya años se había convertido en un fantasma. Llevaba un vestido de vuelo tan blanco como su piel. Sino la hubiera visto moviendo esas diminutas piernecitas habría pensado que era una muñeca, quizás un espejismo. Sin embargo, cuando me vio con aquellos claros ojos, me sonrió soltando un ligero suspiro, que sino hubiese sido porque se transformó en vaho por el frío de la mañana, ni el viento lo habría advertido.
Estaba maravillado por aquella visión que aún no había decidido si era real o no, de modo que decidí acercarme a ella antes de que la espesa niebla se la llevara. Caminé despacio, con la libreta en una mano y el corazón en la otra. La escuchaba reírse a unos pocos metros de mí. Cuando conseguí alcanzarla y ponerme a su altura, no fui capaz de hablarla, ni siquiera de mirarla; a duras penas conseguía respirar. Fue entonces cuando su mano, perdida en el aire, rozó ligeramente la mía; la mano en la que sostenía el corazón. La otra, nerviosa, tiró la libreta. Fue un acto reflejo el recogerla, ni siquiera me parecía importante en aquel momento, nada me parecía importante, pero lo hice; me giré para recuperar aquel montón de hojas con ideas y sueños garabateados. Entonces me di cuenta que la niebla se la había llevado, se había llevado a mi muñeca de los ojos claros y el vestido blanco. Volví. Volví cada día durante meses, durante años, sentándome en el banco de una estación de tren fantasma bajo un reloj que no marcaba la hora, con la mirada fija en las vías del tren que tuvieron la suerte de encontrarla, buscando aquel vestido blanco, buscando su risa. Pero al final la niebla siempre se disipaba.


3 comentarios:

  1. Andar en silencio/ morir en silencio (Ian Curtis)

    Vivimos como soñamos: solos (Joseph Conrad)

    Hijo mío, tu eres gilipollas (a Zack Galifianakis)

    no te oxidas, no te apagas. Tu nombre es Legion, porque somos muchos.

    Aquí en los pulmones de la espera te extrañábamos, pequeña H. Como decía Trent Reznor "This Is the first day/ of my last days". Sigue escribiendo, que aquí te seguiré leyendo. Tu Estar es Ser.

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  2. la destrucción olvidada que todos esos seres pequeños, limitados, quisieron imponernos hace tantos años... un día la Vocación dejará de ser Revelación. un día floreceremos y a nadie le importará.

    Sonréir contigo es un privilegio.

    ¿con quién hablaba?

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  3. Como Sigür Ros destrozando guitarras en el escenario; como Radiohead creyéndose los Reyes del Mambo; como beber jagger a las 11:00 am; como bailar solo y reir en vez de llorar; como techno sin drogas; como pan sin chocolate; como noches sin tus letras.

    Roto, adiós juguete roto, adiós.

    Como Raphael sin manierismos; como un viejo sin memoria; como pelear sin rabia.

    Así estamos, a falta de algo. Tod@s. Limitados.

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