lunes, 29 de octubre de 2012

Las seis.




Las cinco y media. Calles. Prisas. Respira y camina deprisa, cada vez más deprisa y cada vez más difícil respirar con normalidad. Un chico, distraído mirando su móvil choca con ella. Disculpas fugaces y siguen su camino. Una madre que acuna a su hija. Un hombre con el cartel de "vendo oro". Besos en las esquinas de parejas enamoradas. Olor a café. Estatuas humanas que cobran vida por un par de monedas. Las seis menos veinte. Llega tarde. Gente, gente y más gente. Por todas partes. Mickey Mouse de metro cincuenta, dando globos con forma de perro a los niños que se atreven a acercarse. Perrosflautas haciendo malabares. "¿Desea hacerse socia de Greenpeace? Verá es sólo un momento..." Seis menos cuarto. "Llego tarde, lo siento." Pero el joven que la ha parado no termina de escucharla; ella sale corriendo. Folletos de discotecas, programas de ordenadores, restaurantes y ropa terriblemente fea en modelos que buscan ser perfectas. Un violinista. Música. Lo que le hace pensar que las prisas en Madrid siempre han tenido banda sonora. Coches, motores, humo, luces y semáforos. Seis menos cinco. Una avalancha de personas saliendo del metro que incita a pensar que huyen de un ejercito zombie. Muestras de helado. Un hombre que tose. Sonrisas y miradas fugaces con desconocidos que no volverá a ver, y si lo hace, no lo recordará. Vagabundos que piden dinero y regalan sonrisas. Las llaves, el mechero, los cascos...¿Y el móvil? Registra sus bolsillos hasta las costuras, pensando que lo ha perdido en el camino. Suena. En el bolsillo de la chaqueta. Las seis.  

 Acabo de llegar, ¿dónde estás?-gira sobre sí misma buscando entre la multitud.

Niños riendo. Dos amigos discutiendo. Un grupo de amigas cotilleando. Una mujer hablando por teléfono. Un hombre leyendo el periódico. Unos extranjeros fotografiándose con vete tú a saber qué.

- Te queda genial el rojo-suena al otro lado del teléfono.

- ¿Dónde estás?-vuelve a mirar a su alrededor.

- No frunzas el ceño, anda, que te pones muy fea.

Inútil, lo frunce aún más.

- Déjate ver, cobarde.

- Así, sonríe.- pero esta vez la voz no llega a través del teléfono. Se la trae el viento, casi en un susurro.

Ella se gira, y, por un momento parece que el paso de la gente a su alrededor se ralentiza, que el viento se para, y, cuando él clava su mirada en la suya, su corazón se olvida de latir. Y ahí está, de nuevo, esa puta sensación.


2 comentarios:

  1. Me ha encantado!

    En serio, que contradicción de sensaciones el agobio del primer párrafo y la tranquilidad de la última frase. Por la sensación que me transmitía, el primer párrafo lo he ido leyendo cada vez mas deprisa, y las últimas frases me han ido frenando hasta la última que me ha parado en seco.

    Enhorabuena!!!

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  2. Como los Joy Division sin espíritu, como los Who sin Keith-su-luna, como querer y no poder; bueno pero sin llegar a conmover -ánimo valiente-. Lo de la banda sonora para las prisas en Madrid cojonudo.

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