jueves, 2 de octubre de 2014

Desdibujando palabras






Han pasado ya cuatro meses y Ana no se atreve a sostener el bolígrafo ni tan siquiera cinco segundos. Sabe que si todo lo que siente explosiona en palabras puede no haber supervivientes (como siempre que escribe con lágrimas en los ojos).

El folio en blanco, le mira desafiante, inquisitivo. Esa tinta que apenas nadie presta atención es ya tan parte de ella como el aire que respira; es tinta de sangre, de su sangre, tinta cargada de ella. La mesa está llena de folios, bolígrafos, cuadernos, fotos, bocetos,… recuerdos que no sabe cuánto tiempo va a ser capaz de sufrir.

Pero aún queda mucho de Jorge en Ana. Se ha jurado no volverle a rimar, no volverle a recitar, pero su nombre se aparece en todos sus versos. Jorge, por su parte, ha encontrado a otra musa a quien dibujar. Ya no son las curvas de Ana las que se aparecen en sus dibujos, ni sus recuerdos en su cabeza.

Ahora ella se esconde entre libros, entre versos, mientras él lo hace entre las piernas de su nueva inspiración.

Cuando un artista le rompe el corazón a una poeta siempre pasa; ella deja de tener a quien le pinte sonrisas y sólo se tiene a sí misma, que llora en palabras y versos malditos.
Si hay algo más peligroso que dos artistas enamorados, es uno con el corazón roto.





1 comentario:

  1. "...y decidí morir de mí en pos de ser Nosotros, un nosotros que muere y florece una y otra vez, ahora, siempre".

    Una y otra vez.

    Resistencia podría ser la palabra adecuada, pero la que viene a la cabeza es inutilidad.

    Sigue cabalgando pequeña H. Acá estamos.

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