lunes, 10 de octubre de 2011

Todo está mal.

Todo está negro, todo está mal.
Escondo mi cara bajo mis manos que, poco a poco, se bañan por las lágrimas que salen a discreción de mis ojos como balas de una pistola que se dispara sola, sin permiso de su dueño.
Dejo caer el peso muerto de mi cuerpo y me siento apoyando mi espalda desnuda contra la gélida pared, pero mi piel agradece sentir algo, aunque sólo sea un escalofrío que me recuerde que estoy viva. Doblo mis piernas y las empujo contra mi pecho hasta que la respiración se me corta, posiblemente esa sea la razón por la que me cuesta respirar, pero modestamente también la atribuyo a la desesperación que hace días ha decidido apoderarse de mí. 
Mis pulmones agonizan angustia y me supone gran dificultad respirar, casi tanta como sonreír.
Las manos me tiemblan y ya no sé qué más hacer aparte de llorar.


Quizás...¿luchar?

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