- Acabo de llegar, ¿dónde estás?-gira sobre sí misma buscando entre la multitud.
Niños riendo. Dos amigos discutiendo. Un grupo de amigas cotilleando. Una mujer hablando por teléfono. Un hombre leyendo el periódico. Unos extranjeros fotografiándose con vete tú a saber qué.
- Te queda genial el rojo-suena al otro lado del teléfono.
- ¿Dónde estás?-vuelve a mirar a su alrededor.
- No frunzas el ceño, anda, que te pones muy fea.
Inútil, lo frunce aún más.
- Déjate ver, cobarde.
- Así, sonríe.- pero esta vez la voz no llega a través del teléfono. Se la trae el viento, casi en un susurro.
Ella se gira, y, por un momento parece que el paso de la gente a su alrededor se ralentiza, que el viento se para, y, cuando él clava su mirada en la suya, su corazón se olvida de latir. Y ahí está, de nuevo, esa puta sensación.