Se ha ido la luz en la calle Goya, y los números pares han
entrado en el caos absoluto, especialmente el número 14.
En el 1ºA una quinceañera enamorada ha entrado en cólera
porque su conversación por teléfono se ha cortado; le está gritando a sus
padres porque aunque sabe que no pueden tener culpa su vena dramática le pide
que acuse y grite a alguien. Los nervios, el enfado y la indignación hace que
se cuele en su discurso de recriminación que la persona que estaba al otro lado
del teléfono era una chica. La joven del 1ºA acaba de salir del armario sin
querer. Su silencio repentino y la oscuridad de la habitación han parado el
tiempo y el corazón de la muchacha.
En el 1ºB vive una pareja de ancianos que se ha despertado
por el escándalo. Ella le pregunta qué ocurre. Esta noche el mundo es tuyo, piensa el anciano. “¿Por qué tanto
escándalo?” vuelve a preguntar ella. Hace años que ella sólo ve oscuridad. El
anciano esta noche la comprende un poquito mejor, y con lágrimas en los ojos,
la abraza y le susurra que la quiere. Ella comprende lo que está pasando, y con
las palabras en sus oídos del amor de su vida, sonríe.
Es el bebé del 1º C el que más escándalo monta. Empezó a
llorar por hambre y siguió hasta que descubrió la voz de su madre cantando y
los latidos de su corazón tintineando al mismo ritmo que el de ella. “Sino
llora él, lloraré yo si con ello vuelves a cantar” dice su marido mientras la
abrazaba por la espalda. “No desperdicies tu don”. Escucharse en aquella total
oscuridad la hace sentir las notas volar a su alrededor y toma una decisión. El
bebé deja de llorar.
El padre del 1ºA ha subido a discutir con el presidente del
edificio que vive en el 2ºA. Sumidos en una completa
oscuridad empiezan a discutir como el partido en el Gobierno y la oposición
sobre la mala administración del edificio, la presidencia y otros temas que no tienen
sentido un martes a la una de la madrugada donde ni siquiera pueden mirarse a
los ojos, porque, más allá de la oscuridad y de luz, no se ven.
El 2ºB está vacío porque sus dos inquilinos, jóvenes,
apasionados y un poco borrachos, estaban subiendo en el ascensor. Como no podía
ser de otra forma, en un ascensor de madrugada y al comprender lo que ocurría,
se desnudan y se quieren con mucha intensidad entre el primer y el segundo
piso. Por supuesto es algo improvisado y fugaz, y como siempre que algo es así
le continuará una sorpresa.
En el 2ºC vivía un joven sonámbulo y narcolépsico que no
supo muy bien como tomarse aquella situación. Así que como el miedo asomaba y
temía sentirse perdido, sube al 3ºA dónde vive su amiga poetisa. Craso error,
porque si algo sabe todo el mundo es que nadie está tan perdido como un poeta,
más incluso que un sonámbulo narcolépsico a oscuras un martes de madrugada. De
modo que no puede haber una mejor combinación. Esta noche y todas las que la
siguen, se besarán entre versos y sueños.
En el 3ºB no vivía nadie y en el 3ºC sólo se escuchaba
silencio. Minutos antes un marido le confesaba a su mujer que le había sido
infiel. Se había justificado de mil maneras posibles pero sólo fue consciente
del daño que le había causado cuando la luz se fue y la habitación no sólo se
sumió en la oscuridad, sino también en el silencio. Entonces fue cuando él
escucha sus lágrimas caer. No oye al hombre del 1ºA discutir con el del 2ºA, ni
al bebé del 1ºC, tampoco el movimiento que producía el ascensor por lo
inquilinos del 2ºB, ni a la poetisa del 3ºA recitando su obra al pobre diablo
del 2ºC, sólo las lágrimas de su mujer.
La luz volvió y el piso 14 de la calle Goya no volvió
a la normalidad.