jueves, 3 de enero de 2013

La princesa de los bajos fondos.



Siento vértigo al mirar al abismo de tus ojos. Delatan que tu corazón está más roto que una muñeca de porcelana después de suicidarse desde la estantería más alta de la habitación. Pero aún así me sonríes. Me sonríes con la sonrisa más triste que nadie pueda inventar, lo cual es una ironía, ¿no?
Y ahí sigues, de pie frente a mí, impasible, majestuosa, con tu vestido de princesa de bajos fondos; con una trenza más deshecha que tu misma; con las uñas largas, como la gata que eres, y unas piernas más infinitas que todo el jodido universo en expansión.
Algo malo se acerca y, como de costumbre, tú lo sabes. Siempre has tenido esa estúpida manía de saberlo todo. Debo admitir que más de una vez he sospechado que tienes el guión de esta mierda de película de serie B a la que llaman vida. Y ojalá yo supiese dónde lo escondías, y así poder quemarlo. Y así poder borrar lo que estabas apunto de decir.

- Ya no te quiero.

No lloras, no te tiembla la voz, ni siquiera parpadeas.

- Ya no te quiero.

Lo repites. Mientes. Yo sé que mientes, pero tú no.
Todavía no.