lunes, 6 de febrero de 2012

45kg.


Allí está, desnuda, abrazando sus rodillas deseando así no ver su delgado cuerpo, sintiendo sus costillas chocar con sus débiles piernas. Sus lágrimas bañan su torso e intenta sonreír, pero no le quedan fuerzas ni ánimos para hacerlo.
Es una cría perdida en el abismo de su obsesionada y equívoca perfección. Se alimenta de aire e ideas castastróficas que nublan un camino que ni siquiera aún ha encontrado.
Un susurro podría atravesar a aquella chica, casi tan incorpórea como su felicidad.
Apenas es ya capaz de sostener su propio cuerpo, ¿cómo podrá con la vida que es mucho más pesada que sus 45 kg?
Quisiera abrazarla para que dejase de llorar, para que dejase de sufrir, de atormentarse y de ser infeliz. Pero no puedo. Los reflejos no se pueden abrazar.

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